Traumas infantiles: Qué son, tipos y cómo superarlos

Traumas infantiles: Qué son, tipos y cómo superarlos

La infancia es una de las etapas más importantes en nuestro desarrollo y los eventos negativos que ocurren durante la edad temprana pueden dejar cicatrices que moldean nuestras emociones, pensamientos y comportamientos en la vida adulta. En definitiva, los sucesos que ocurren en esta etapa afectan enormemente a nuestro bienestar futuro.

¿Qué es exactamente un trauma infantil? ¿Cómo se manifiesta y cómo podemos identificar sus señales? En este artículo exploraremos estas preguntas y más, profundizando en los diferentes tipos de traumas que pueden marcarnos e influir en nuestras interacciones en la vida adulta llevándonos a patrones de conducta y emociones que muchas veces no entendemos. Analizaremos también diferentes técnicas y enfoques terapéuticos que pueden favorecer el reprocesamiento del trauma y ayudar a sanar estas heridas pasadas. Si todo esto capta tu atención, te invito a seguir leyendo.  

¿Qué es un trauma infantil?

Cuando hablamos de traumas infantiles nos referimos a experiencias dolorosas, agobiantes o perturbadoras que un niño, por el motivo que sea, no puede manejar adecuadamente. Este tipo de experiencias en edades tempranas pueden comprometer el desarrollo emocional, psicológico y físico, teniendo un impacto serio en su vida adulta

Estos traumas o experiencias pueden ser de distinta naturaleza y pueden ser eventos únicos como, por ejemplo, un accidente de tráfico o una pérdida repentina de un ser querido, o ser eventos continuados en el tiempo, como el haber vivido experiencias de abuso o negligencia crónica por parte de las figuras referencia.

La respuesta de un niño al trauma también puede variar enormemente, dos niños pueden experimentar el mismo evento y, dependiendo de distintos factores, como el grado de resiliencia personal, la existencia de apoyo por parte de figuras protectoras, la edad o el nivel de desarrollo, procesar la situación de forma muy distinta.

De cualquier forma, conviene abordar de forma temprana los traumas infantiles, ya que pueden llevar a dificultades en el área de la regulación emocional, el desarrollo de relaciones saludables con otros y el funcionamiento cognitivo y, en casos graves, problemas de salud mental como ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático.

Tipos de traumas infantiles

Existen diferentes clasificaciones en lo que a traumas infantiles se refieren. Si nos basamos en un criterio temporal o numérico, podríamos hablar de:

  • Trauma agudo: resultado de un único evento traumático como, por ejemplo, un desastre natural, un accidente o una hospitalización. Este tipo de traumas pueden causar miedo intenso, confusión o el desarrollo de ansiedad hacia situaciones concretas relacionadas.
  • Trauma crónico: consecuencia de eventos repetidos y prolongados en el tiempo como, por ejemplo, situaciones de abuso físico o sexual continuado o exposición a violencia doméstica. Este tipo de traumas puede derivar en dificultades a la hora de establecer relaciones saludables y problemas para la regulación emocional.
  • Trauma complejo: formado por una combinación de múltiples eventos traumáticos, tanto agudos como crónicos y, a menudo, de diferente naturaleza. Este tipo de traumas pueden generar trastornos de personalidad, dificultades en el mundo del apego emocional y derivar en conductas autodestructivas.

Si empleamos una clasificación más centrada en la naturaleza de estos eventos traumáticos, algunos de los grupos que podríamos diferenciar serían:

  • Traumas del desarrollo: todas aquellas vivencias traumáticas que ocurren y están relacionadas con los periodos críticos del desarrollo infantil. Este tipo de situaciones pueden generar interferencias con el desarrollo emocional del niño, afectando a sus habilidades de regulación emocional y cognitivas.
  • Traumas vicarios o secundarios: con vicarios nos referimos a aquellas experiencias en las que un niño puede ser testigo del trauma de otra persona, es decir, vive el trauma de forma indirecta. Este tipo de situaciones se tornan traumáticas, sobre todo, cuando la persona que vivencia el trauma es un ser querido. Estas experiencias pueden causar ansiedad, miedo y dificultades para sentirse seguro.
  • Traumas relacionales: son traumas que surgen de las interacciones con otros, especialmente cuando son las figuras de apego las que causan el daño. Esto puede afectar profundamente las capacidades del niño para confiar en los adultos y puede comprometer el resto de relaciones que se establezcan en la vida adulta.

 

Ejemplos de traumas en la infancia

Tal y como hemos visto, existen multitud de situaciones durante la infancia que pueden generar trauma. A continuación, pondremos algunos ejemplos de eventos potencialmente traumáticos:

  • Abuso físico: dentro de esta categoría se incluye cualquier acto intencionado que pueda causar daño físico a un niño. Este tipo de abuso, además de resultar en lesiones físicas, puede derivar en problemas emocionales relacionados con ansiedad y autoestima.
  • Abuso emocional: todas aquellas conductas dirigidas a dañar a un niño a nivel emocional y psicológico, como humillaciones constantes o menosprecios. Esto puede llevar a problemas de identidad, baja autoestima y dificultades para establecer relaciones saludables.
  • Abuso sexual: incluye cualquier actividad de índole sexual realizada con un niño. Este tipo de abuso puede generar patología mental grave y llevar a desarrollar a una persona trastorno de estrés postraumático y dificultades en el desarrollo de una sexualidad saludable. Esta situación se agrava más cuando el agresor es alguien del entorno cercano.
  • Negligencia parental: se refiere a situaciones en las que las necesidades básicas de un niño, como alimentación, vivienda, atención médica, etc. no son satisfechas. Puede tener repercusiones físicas y emocionales perjudicando el correcto desarrollo del niño.
  • Violencia doméstica: es un tipo de trauma vicario en el que el niño es expuesto a actos violentos entre los miembros del hogar. Esto puede causar miedos, ansiedad y dificultades a la hora de establecer relaciones.
  • Pérdida de un ser querido: el fallecimiento de una persona cercana puede generar un proceso de duelo complicado acompañado de síntomas depresivos.
  • Accidentes: cualquier situación en la que el niño o alguien cercano sufre un accidente. Además de daños físicos, puede generar fobias a eventos específicos, así como ansiedad generalizada.
  • Enfermedades graves: todas aquellas experiencias relacionadas con enfermedades que puedan afectar al niño directamente o a algún ser querido. Esto puede derivar en fobias específicas a los espacios médicos, hipocondría o ansiedad.
  • Separación o divorcio de las figuras parentales: el proceso de separación entre los cuidadores primarios y todo lo que se deriva de estas situaciones puede generar sentimientos de inseguridad, ansiedad, culpa y dificultades en la adaptación a nuevas realidades.

Traumas causados por los padres

Durante el periodo infantil, los padres suelen ser la principal figura de cuidado y apego. Estos vínculos tienen una profunda influencia en el desarrollo y futuras relaciones de los niños. Cuando estas figuras tan relevantes son la fuente de origen del trauma, el impacto sobre los niños es significativamente mayor. Se produce una traición en la confianza y el sentido de seguridad que debe tener un niño en su entorno para su correcto desarrollo.

Algunos de los traumas causados por los padres más habituales se dan cuando se produce:

  • Abuso físico: haber recibido golpes o cualquier forma de agresión puede contribuir al desarrollo de ansiedad generalizada, baja autoestima y dificultades en el desarrollo emocional. Este tipo de situaciones en la infancia correlacionan con dificultades futuras en establecer relaciones de confianza e incluso en replicar conductas violentas en la adultez.
  • Maltrato psicológico: este tipo de abuso incluye conductas de humillación, rechazo, críticas constantes y/o intentos de manipulación. El haber sufrido maltrato psicológico está relacionado en la vida adulta con problemas de identidad, depresión, ansiedad, baja autoestima y dificultades para establecer relaciones saludables.
  • Abuso sexual: todo tipo de actividad de índole sexual con un niño, incluso la exposición a contenido sexual inapropiado, puede favorecer la aparición de trastorno de estrés postraumático, dificultades en el desarrollo sexual y sentimientos de culpa y vergüenza.
  • Negligencia: se refiere a situaciones en las que las figuras responsables del cuidado del niño no satisfacen sus necesidades básicas como alimentación, vivienda, atención médica y vestimenta. Esto puede resultar en problemas serios de salud física y mental, retrasos en el desarrollo, heridas de abandono, desconfianza y fracaso escolar.

Trauma de abandono infantil

Con trauma de abandono nos referimos a experiencias de separación y/o pérdida, vivida en la infancia temprana, que pueden tener efectos significativos y duraderos en el desarrollo de un niño. El abandono puede ser físico, como dejar solo a un niño pequeño sin atención adecuada, o emocional, como no proporcionar el soporte afectivo necesario.

Un adulto que ha tenido esa herida de abandono en su infancia a menudo tiene dificultades para confiar en los demás y para establecer vínculos seguros y saludables. Además, pueden existir problemas de autoestima, desarrollar una autoimagen negativa y excesivamente autocrítica.

También pueden aparecer problemas a nivel emocional y/o conductual desde la adolescencia temprana, incluyendo ansiedad, depresión, estallidos de ira, agresividad y dificultades en la regulación emocional. La falta de apoyo emocional dificulta el desarrollo de un manejo saludable de las emociones.

En el periodo escolar, también pueden darse casos de fracaso escolar debido al estrés y a la inestabilidad emocional, teniendo dificultades a la hora de concentrarse y mostrando un bajo interés en actividades académicas.

Señales y síntomas de trauma infantil

Aunque, en muchas ocasiones, puede pasar desapercibido, existen multitud de señales y síntomas que pueden variar en función de la edad del niño y el tipo de trauma, pero que pueden darnos pistas de que algo ha sucedido. A continuación, se presentan algunos de ellos.

Síntomas de trauma infantil

Los síntomas de trauma infantil pueden aparecer en los tres diferentes niveles de respuesta:

  • Síntomas a nivel emocional:
  • Miedos irracionales y/o ansiedad: pueden existir miedos asociados a situaciones específicas relacionadas de alguna forma con el trauma, preocupación constante o dificultades en la separación de las figuras de referencia.
  • Tristeza y/o depresión: sentimientos persistentes de tristeza, aparía, desesperanza o pérdida de interés en actividades que antes se disfrutaban.
  • Irritabilidad y rabietas: estallidos emocionales intensos y desproporcionados.
  • Síntomas a nivel físico o fisiológico:
  • Dificultades en el sueño: problemas para dormir, pesadillas recurrentes, necesidad de estar acompañado de alguna forma.
  • Dolores sin causa aparente: dolores de estómago repentinos, jaquecas, migrañas u otras dolencias que no tienen causa médica aparente.
  • Cansancio o fatiga extrema sin causa aparente.
  • Síntomas a nivel cognitivo:
  • Dificultades en la memoria y/o concentración: problemas para recordar detalles importantes, dificultades para prestar atención.
  • Pensamientos intrusivos: recuerdos recurrentes y no deseados de algún evento traumático o pensamientos negativos.
  • Síntomas a nivel conductual:
  • Aislamiento social: alejamiento de amigos y familiares, preferencia por estar solo, retraimiento social general.
  • Regresiones: pueden darse conductas típicas de etapas del desarrollo anteriores que parecían ya superadas.
  • Conductas de riesgo: comportamientos temerarios y/o agresivos hacia los demás o hacia uno mismo.

Cómo saber si tengo un trauma infantil

En ocasiones, el trauma puede pasar desapercibido, especialmente cuando no existe una conexión clara entre los problemas emocionales y comportamentales en el presente con situaciones vividas en el pasado. Además, existen diversos mecanismos de defensa en nuestra psique que pueden favorecer que ciertos recuerdos estén bloqueados.

Para saber si es posible que exista un trauma en la etapa de la infancia, algunos elementos a tener en cuenta podrían ser:

  • Se han vivido situaciones en las que se haya experimentado miedo intenso o hayan sido especialmente dolorosas o abrumadoras a nivel emocional.
  • En el presente se dan reacciones emocionales intensas, desproporcionadas y desajustadas.
  • Se dan patrones de evitación de ciertas personas, lugares o actividades que puedan recordar a eventos dolorosos o, en el caso de que haya exposición, sentimientos de malestar asociados.
  • Existe sintomatología física sin causa médica clara, como dolores de cabeza o de estómago, dificultades en el área del sueño y/o de la alimentación.

De cualquier forma, si tienes la sospecha de que puedes haber experimentado algún trauma durante la infancia y no identificas ninguno de estos signos, lo más adecuado es consultar con un profesional que pueda ayudarte a explorar todo esto de forma más profunda.

Test de trauma infantil

Existen diversos test y cuestionarios para favorecer la identificación de la presencia de traumas infantiles. Estos, aunque no sustituyen una evaluación profesional, pueden proporcionar alguna pista o indicación preliminar de problemas relacionados con el trauma. Algunos de ellos serían:

  • Childhood Trauma Questionnaire (CTQ): autoinforme que valora la existencia de vivencias traumáticas en la infancia como abuso de algún tipo o negligencia de las figuras de apego. Es empleado tanto en niños como en adultos.
  • Trauma Symptom Checklist for Children (TSCC): se trata de un listado de síntomas postraumáticos que incluyen ansiedad, depresión, disociación y problemas de conducta. Es empleado con niños de los 8 a los 16 años.
  • Trauma History Questionnaire (THQ): trata de identificar posibles situaciones de trauma vividas a lo largo de la vida. Se emplea en adultos y resulta de gran utilidad para tener una visión amplia del historial traumático.
  • ACE Questionnaire (Adverse Childhood Experiences): es un cuestionario que se emplea para predecir posibles problemas de salud y conducta a lo largo de la vida valorando la existencia de experiencias traumáticas o adversas durante la infancia.

Al tratarse de instrumentos de evaluación profesional, la mayoría de estos test son de pago, pero un ejemplo de test de autoevaluación de trauma infantil podría incluir este tipo de preguntas:

  • Para la exploración de frecuencia de eventos traumáticos:
  • ¿Ha experimentado algún evento extremadamente doloroso, abrumador o aterrador durante su infancia? (Sí/No)
  • En el caso de que su respuesta a la anterior pregunta sea afirmativa, ¿Con qué frecuencia? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • Para valorar si existen reacciones emocionales desajustadas:
  • ¿Con qué frecuencia experimenta ansiedad o nerviosismo excesivo? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Con qué frecuencia experimenta depresión o tristeza abrumadora? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Con qué frecuencia experimenta irritabilidad desmesurada? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • Para explorar la existencia de sintomatología física:
  • ¿Sufre de dolores de cabeza frecuentemente? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Sufre de problemas de estómago con asiduidad? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Experimenta dolores físicos sin causa aparente? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Tiene dificultades para dormir, pesadillas recurrentes o insomnio? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Sufre de cambios bruscos en el apetito? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • Para explorar la existencia de sintomatología cognitiva:
  • ¿Con qué frecuencia experimenta dificultades en su concentración? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Con qué frecuencia experimenta dificultades para recordar eventos pasados? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Con qué frecuencia tiene usted pensamientos intrusivos desagradables? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • Para valorar si existen conductas de evitación:
  • ¿Evita usted la compañía de ciertas personas, lugares o actividades que le recuerdan a algún evento doloroso pasado? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)
  • ¿Siente usted ansiedad o malestar cuando tiene que exponerse a ciertas situaciones relacionadas con un evento doloroso pasado? (Rara vez/Alguna vez/Bastantes veces)

Este tipo de autoinformes pueden favorecer la introspección respecto a la posibilidad de haber vivido algún trauma en el pasado, pero no sustituyen en ningún caso la valoración de un profesional de la salud mental.

Identificación y reconocimiento del trauma infantil

Identificar la existencia de traumas infantiles es vital para poder abordarlos de forma correcta e iniciar un proceso de sanación. En este apartado, exploraremos cómo podemos favorecer el recuerdo de eventos pasados que hayan podido dejar una huella negativa en nuestra psique.

Cómo recordar traumas de la infancia

A menudo, encontramos traumas que han quedado totalmente bloqueados y a los que es difícil acceder. Esto es un proceso que requiere tiempo y paciencia. Lo que suele ocurrir en estos casos es que, por el dolor emocional que suponen, nuestro cerebro ha ocultado la vivencia traumática.

Además, cuando el evento traumático ocurre en los primeros años de vida, en los que no existe aún la memoria verbal, puede quedar alojado en memorias implícitas a través de sensaciones corporales, emociones o respuestas fisiológicas. Esto implica que, en el futuro, quizás sea un evento difícil de recordar, pero que conlleve aun así reacciones emocionales o físicas asociadas.

Otra situación que se da con relativa frecuencia ante el trauma es el mecanismo de disociación, que puede generar amnesia parcial o total del evento traumático, fragmentando esos recuerdos o bloqueándolos haciéndolos inaccesibles a la consciente durante largos periodos de tiempo.

La recuperación de memorias reprimidas es posible, pero debe realizarse siempre en un ambiente seguro y con la ayuda de un profesional, ya que es un proceso que puede generar emociones muy intensas. Además, en este tipo de procesos, si no se cuenta con un profesional con cierta experiencia, se corre el riesgo de generar una retraumatización.

Cómo saber cuál es mi trauma infantil

Una vez que parece claro la existencia de que hubo en su momento un trauma infantil, puede ser difícil determinar cuál es el trauma que ha generado todo ese impacto en el presente. No siempre será un único evento, sino que, como hemos visto, puede deberse a una acumulación de sucesos que han ido dejando una huella emocional profunda.

Para identificar el trauma central, puede ser útil explorar si durante la infancia hubo momentos en los que se experimentó extrema soledad, miedo o inseguridad, si hubo algún tipo de abuso (físico, emocional o sexual) o si se dieron situaciones de negligencia por parte de los cuidadores principales. También funciona el reflexionar sobre la existencia de patrones repetitivos a lo largo de la vida, temas que aparecen de forma recurrente en las relaciones que se construyen y la apariencia de reacciones emocionales desajustadas ante ciertas situaciones. Un psicólogo especializado en trauma es la vía más segura para conocer todos estos detalles.

Causas y factores de riesgo del trauma infantil

Como ya hemos ido viendo a lo largo del artículo, los traumas infantiles aparecen ante una amplia gama de experiencias y circunstancias, y no todas las personas que viven la misma experiencia o similares reaccionan de igual manera. Habitualmente los traumas infantiles suelen estar relacionados con las condiciones de vida, las características del entorno familiar donde uno crece y las experiencias personales durante el desarrollo.

Factores de riesgo de trauma infantil

No todos los niños que experimentan situaciones adversas desarrollan un trauma asociado, pero existen algunos factores de riesgo que pueden aumentar la vulnerabilidad de que esto suceda:

  • Factores de riesgo a nivel familiar:
    • Abuso de cualquier tipo: los niños que sufren maltrato de forma directa o indirecta por parte de sus cuidadores principales o algún familiar, tienen un riesgo muy alto de desarrollar doble trauma, ya que son estas figuras las que deberían proporcionar la seguridad.
    • Situaciones de negligencia o abandono: el no tener las necesidades básicas, tanto físicas como emocionales, cubiertas, genera sentimientos de inseguridad y desprotección y favorece la aparición de traumas.
    • Enfermedad mental de los cuidadores principales: padres que sufren de patología mental grave y que no llevan un seguimiento médico y psicológico regular pueden generar situaciones que propicien la aparición de traumas en sus hijos.
    • Adicciones de los cuidadores principales: la presencia de acciones en el seno familiar genera un ambiente impredecible y muy poco estable que aumenta el riesgo de trauma en los niños.
    • Separaciones o divorcios conflictivos: las alteraciones a nivel de sistema familiar también influyen siempre sobre el bienestar de los hijos, y más cuando hay conflictos de por medio.
  • Factores de riesgo a nivel individual:
    • Edad: niños de edades más tempranas son más vulnerables a desarrollar traumas ya que sus habilidades cognitivas y emocionales están aún en pleno desarrollo.
    • Personalidad: niños con alguna dificultad a nivel emocional previa pueden reaccionar con mayor intensidad al estrés o a los conflictos, aumentando el riesgo de desarrollar trauma.
    • Estilo de apego inseguro: pequeños que no han podido desarrollar un vínculo seguro con sus cuidadores primarios en la infancia pueden tener más facilidades para convertir situaciones difíciles en trauma.
  • Factores de riesgo a nivel social:
    • Situaciones de pobreza o exclusión social: niños que crecen en condiciones extremas o marginadas sufren altos niveles de estrés y privación, lo que puede predisponer a experiencias traumáticas.
    • Acoso escolar o violencia comunitaria: vivir en entornos hostiles o donde la violencia está normalizada puede favorecer el sentido de inseguridad y predisponer a vivencias traumáticas.
    • Guerras o desastres naturales: vivir experiencias traumáticas colectivas también puede impactar en la capacidad para sentirse seguro de un niño.
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Además de todos los anteriores, un factor de riesgo general clave es la falta de apoyo emocional y las dificultades en el acceso a servicios de salud mental e intervención temprana.

Heridas emocionales de la infancia

Las heridas emocionales en la infancia hacen referencia a experiencias que han generado un impacto duradero en las personas y que pueden manifestarse en la vida adulta de diversas maneras, afectando principalmente a la capacidad de establecer relaciones saludables y de manejar las situaciones de estrés de forma constructiva.

Las heridas emocionales más habituales son las siguientes:

  • Herida de abandono: cuando un niño percibe que no puede disponer del apoyo o la presencia emocional de sus cuidadores principales y figuras de apego puede surgir esta herida y desarrollar cierta inseguridad, temor a la soledad, miedo al rechazo o dependencia emocional en sus relaciones futuras.
  • Herida de rechazo: cuando un niño siente que no es querido o aceptado puede desarrollar problemas de autoestima, perfeccionismo patológico o temor a sentirse rechazado de forma constante.
  • Herida de humillación: cuando un niño es expuesto a situaciones de burlas, críticas o comparaciones puede generarse una imagen distorsionada de sí mismo y desarrollar vergüenza patológica, dificultades de identidad, conductas defensivas o agresivas.
  • Herida de traición: se produce cuando un niño siente que un ser querido o alguien en quien confía no cumple sus expectativas. Esta herida suele aparecer siempre de la mano de las anteriores. Genera desconfianza en el mundo que le rodea y necesidad de control constante.
  • Herida de injusticia: cuando un niño se enfrenta a un entorno donde percibe que no le trata con igualdad y no recibe el reconocimiento que siente que le corresponde puede desarrollar cierta rigidez conductual, un sentido de autoexigencia desmesurado y dificultades para expresar sus emociones.

Consecuencias de los traumas infantiles

Un trauma en el pasado puede traer consigo multitud de consecuencias negativas en nuestro presente que pueden afectar diversas áreas de nuestro bienestar. Todas las experiencias vividas en la infancia, buenas o malas, ayudan a conformar nuestra visión del mundo, de los demás y de nosotros mismos, por lo que los traumas infantiles influyen claramente en cómo nos conformamos como adultos. En este apartado, abordaremos estas cuestiones.

Ese miedo intenso al abandono provoca en sí mismo mucha ansiedad, pero, además, suele traer consigo muchos esfuerzos por evitar esa pérdida de la conexión emocional a toda costa. Estos esfuerzos suelen traducirse en conductas de control hacia el otro que, a su vez, generan ansiedad en ambas partes y cargan la relación de tensiones.

La búsqueda de validación externa de forma constante no siempre es exitosa y se corre el riesgo de entrar en un ciclo en el que el único fin es la aprobación del otro para sentirse valorado y seguro. Cuando esto no ocurre o incluso ocurre lo contrario puede llevar a experimentar una elevada ansiedad.

La dependencia emocional puede llevar a una falta de autonomía y a dificultades en la toma de decisiones por uno mismo. Cuando la vida emocional depende en gran medida de alguien externo, es mucho más complicado tener esa sensación de control y esto puede generar también mucha ansiedad. La sensación de no tener control sobre el propio bienestar emocional puede ser abrumadora.

Consecuencias de los traumas infantiles

La huella que deja un trauma infantil puede manifestar de diversas formas en la vida adulta. Algunas posibles consecuencias serían:

  • Dificultades emocionales y psicológicas: conductas de hipervigilancia, excesiva irritabilidad, reacciones desproporcionadas, baja autoestima ansiedad o estrés postraumático. Más adelante profundizaremos en algunas de estas.
  • Problemas de conducta: conductas desafiantes, comportamientos agresivos o autodestructivos o dificultades para seguir las normas sociales.
  • Sintomatología física o somática: dolores de cabeza recurrentes, problemas de estómago, alteraciones metabólicas o trastornos del sueño.
  • Dificultades en las relaciones interpersonales: desconfianza, miedo desmesurado a formar vínculos, aislamiento o ambivalencia hacia sus relaciones.
  • Afectaciones cognitivas: dificultades para concentrarse, mantener la atención, dificultades de memoria o para procesar nuevas informaciones.

Autoestima destruida por un trauma infantil

La autoestima es la valoración y percepción que una persona tiene de sí misma y esta se forma, en parte, durante el periodo infantil. De forma que el haber vivido situaciones traumáticas a edades tempranas puede tener un fuerte impacto sobre la imagen que nos formamos de nosotros mismos.

Uno de las consecuencias más frecuentes es la formación de una autoimagen negativa. Adultos que han vivido en su infancia situaciones de abuso, negligencia o rechazo pueden haber internalizado la creencia de que no son valiosos o dignos de amor y haber desarrollado también sentimientos de culpa vinculados.

Se puede desarrollar una voz crítica muy potente que lleva a sentimientos de inferioridad, búsqueda constante de validación externa y tendencia a caer en relaciones de dependencia emocional o maltrato.

El trauma infantil también puede afectar la forma en que una persona afronta el fracaso. La ausencia de un entorno seguro en la infancia puede favorecer una baja tolerancia a la frustración por haber asociado los errores como una amenaza. Esto puede generar patrones de evitación de los desafíos, perfeccionismo excesivo, conductas de procrastinación por miedo al fracaso o mucha rigidez conductual.

En definitiva, la autoestima es un área que suele verse afectada cuando se ha dado trauma en la infancia. Esto no es irrecuperable, pero si que requiere un abordaje por parte de un profesional que sepa crear un entorno seguro y donde se puedan trabajar esas creencias tan limitantes de forma cómoda.

Ansiedad por trauma infantil

La sintomatología ansiosa en edad adulta puede estar relacionada con las vivencias traumáticas en la infancia. Multitud de estudios han demostrado que este tipo de situaciones pueden alterar profundamente el desarrollo emocional y psicológico de un niño, modificando la forma en que este responde al estrés a lo largo del resto de su vida.

Lo que se ha descubierto es que el trauma puede generar alteraciones en áreas cerebrales relacionadas con la regulación emocional, el control de impulsos y la respuesta que damos ante el estrés. Alteraciones en áreas como la amígdala y el sistema límbico pueden favorecer la vulnerabilidad para experimentar ansiedad.

Una respuesta ansiosa común tras haber experimentado trauma puede ser la hipervigilancia, un estado constante de alerta ante posibles amenazas y una percepción del mundo como un lugar peligroso. Otra respuesta muy habitual son las conductas evitativas como forma de manejar las situaciones que pueden generar cierto malestar o incomodidad, perpetuando el ciclo ansiógeno.

Consecuencia de los traumas también pueden desarrollarse otros trastornos de respuesta común ansiosa como: fobias específicas, ansiedad social o trastorno de estrés postraumático. Tanto la sintomatología ansiosa genérica, como cualquiera de estos trastornos, pueden ser muy limitantes e interferir significativamente en el funcionamiento diario.

Para trabajar y superar las dificultades relacionadas con la ansiedad derivada de traumas infantiles puede ser útil ponerse en manos de un profesional de la salud mental que favorezca la identificación y procesamiento de las emociones subyacentes, así como el desarrollo de estrategias de afrontamiento alternativas y más adaptativas.

Impacto del trauma infantil en las relaciones

El trauma infantil no solo tiene repercusiones sobre la forma en que se moldea la personalidad de alguien, sino que también tiene un fuerte impacto sobre la forma en que una persona se relaciona con los demás, especialmente en su círculo más cercano. En este apartado, exploraremos cómo el trauma infantil afecta a la esfera de las relaciones interpersonales.

Pareja con traumas infantiles

Adultos que han vivido traumas en su infancia suelen experimentar desafíos particulares en sus relaciones de pareja. Uno de los elementos clave para que existan dificultades específicas de pareja es el tipo de apego desarrollado en los primeros años de vida. Aquellos adultos que han crecido en entornos inseguros o inestables pueden desarrollar dos tipos de apego inseguro, evitativo, buscando siempre cierta distancia emocional para sentirse bien y/o ansioso-ambivalente, donde existe una búsqueda de atención y validación constante mezclada con miedo al abandono.

Además, los traumas en la infancia pueden generar dificultades para confiar en los demás, hipersensibilidad al conflicto y/o necesidad de control desmesurada. Pueden darse casos también en los que haya una tendencia inconsciente a reforzar patrones de abuso o negligencia vividos con anterioridad por ese miedo al abandono y esas dificultades para establecer límites saludables y respetarlos.

Para trabajar todas estas cuestiones y poder construir una relación saludable, es fundamental ser capaz de reconocer estos patrones y trabajar en ellos.

Traumas infantiles con el padre

Como hemos ido recogiendo a lo largo del artículo, los traumas de la infancia suelen estar relacionados con las principales figuras de apego. Los traumas vinculados a la figura paterna pueden generar un impacto duradero en la forma en la que una persona se relaciona con las figuras de autoridad, seguridad y protección.

Desde el psicoanálisis, la figura paterna es aquella que permite que el bebé vaya siendo cada vez más autónomo, la que pone reglas y organiza. La figura paterna ha sido tradicionalmente asociada a protección y seguridad. Cuando esto se rompe puede aparecer muchas dificultades para confiar en otras personas y en la vida adulta se suele manifestar por una anticipación constante de posibles daños. Esto puede traducirse en conductas evitativas o, por el contrario, en la necesidad de obtener validación y aprobación por parte de cualquier relación.

El abandono físico o emocional por parte de esta figura puede fomentar que exista una sensación de vacío o rechazo que puede derivar en dificultades interpersonales en la niñez y vida adulta. El haber experimentado este tipo de abandono puede favorecer que exista dependencia de figuras de autoridad o parejas.

En casos en los que el trauma está generado por un padre especialmente autoritario, exigente o crítico, puede llevar a que el niño desarrolle un perfeccionismo desmesurado y un nivel de autoexigencia excesivo que, en el futuro, generará muchos conflictos a la hora de enfrentar desafíos o retos vitales. A veces esto también puede favorecer que exista una tendencia a replicar patrones de sumisión o rebeldía extrema en las relaciones con figuras masculinas.

Traumas infantiles con la madre

La relación con la madre juega un papel fundamental en el desarrollo infantil ya que suele ser, en la mayoría de los casos, la principal fuente de apego y de seguridad emocional.

Desde el psicoanálisis, la figura materna es la encargada del desarrollo más de tipo emocional en el bebé, proporciona sostén y ayuda a diferenciar entre el mundo interno y el mundo externo. Cuando esto no ocurre así por el motivo que sea, la primera consecuencia más inmediata suele ser el desarrollo de un estilo de apego inseguro, ansioso o evitativo, pudiendo darse en casos extremos un apego desorganizado que dificultará enormemente las relaciones en la vida adulta.

Otra consecuencia habitual de los traumas con la madre suele ser el desarrollo de una autoimagen distorsionada y baja autoestima manifestada a través de una voz crítica muy desarrollada, dificultades para reconocer los propios logros o necesidad constante de aprobación externa. También pueden darse ciertas dificultades en la regulación emocional y sintomatología de tipo ansiosa vinculada.

En lo que respecta al área de las relaciones de pareja, esto puede influir en la capacidad para confiar en el otro, en la búsqueda de afecto desesperada por esas carencias e incluso en caer en relaciones abusivas que replican patrones vividos en la infancia.

En muchos casos, también aparecen desórdenes de tipo somático o físico como dolores crónicos de cabeza o musculares, trastornos gastrointestinales o dificultades en el sistema inmunológico.

Superación y tratamiento de los traumas infantiles

Para la superación de un trauma vivido en la infancia se requiere tiempo, paciencia y un enfoque integral que tenga presente todas las dimensiones de la psique. El tratamiento efectivo del mismo favorece el bienestar emocional de la persona y ayuda a construir una vida más plena y equilibrada. En este apartado exploraremos algunas de las dudas más comunes que surgen ante la existencia de trauma, ¿Cómo puedo superar un trauma infantil? o ¿Cómo puedo olvidar un trauma infantil?

Cómo superar un trauma infantil

Superar un trauma suele ser un proceso complejo y profundo que, con frecuencia, requiere de mucho tiempo y de apoyo adecuado. El primer paso es siempre el reconocimiento y aceptación de que existe una vivencia traumática en la infancia y que es necesario ponerse en manos de un profesional. Parece algo evidente, pero en muchos casos nuestros mecanismos de defensa son capaces de reprimir o minimizar traumas pasados. El espacio terapéutico es siempre la mejor elección para explorar y procesar experiencias traumáticas desde un lugar seguro.

Existen diferentes aproximaciones de las que abordar el trauma en terapia que más adelante abordaremos, pero todas ellas guardan en común como segundo paso la psicoeducación sobre el trauma y sus efectos tanto a corto como a largo plazo. Comprender los efectos del trauma en todos los niveles es clave para el proceso de sanación y de manejo emocional. Entender que existen síntomas o reacciones que suelen vincularse a este tipo de experiencias favorecen la vivencia de las emociones de culpa y vergüenza desde un lugar mucho más comprensivo y compasivo.

Por otro lado, superar un trauma implica también procesar emociones reprimidas o no resueltas y aprender a desarrollar habilidades de regulación emocional y gestión de ansiedad y estrés a través de diferentes técnicas.

Otro punto que suele ser necesario trabajar es la autoestima y autoimagen que, como hemos visto, suelen ser siempre áreas afectadas cuando hay trauma infantil. La reconstrucción de la autoestima pasa por el desafío de creencias negativas limitantes, el reconocimiento de los propios logros, así como la adquisición de hábitos de autocuidado.

De cualquier forma, el proceso de superación de un trauma nunca es un proceso lineal, sino que pueden aparecer muchos retrocesos en el camino y también períodos de estancamiento, por lo que es fundamental entrenarse en ir estableciendo pequeñas metas y apreciar los pasos logrados.

La superación de un trauma infantil finaliza con el desarrollo de una narrativa de resiliencia sobre la historia personal, reconociendo la propia capacidad de superación y sanación y haciendo uso de esas vivencias como una fuente de aprendizaje y crecimiento personal.

Cómo superar un trauma de abuso infantil

El trauma por abuso infantil es una de las formas más complejas de trauma por sus propias características, y más cuando el abuso viene por parte de una de las figuras de apego principales. Para su superación requiere de un enfoque especializado en el que se trabaje bajo el mismo esquema comentado con anterioridad, pero dedicando especial atención a los sentimientos de vergüenza y culpa que suelen ir asociados.

En terapia psicológica se trabaja desde la reconstrucción de la propia identidad y el sentido de valía personal, favoreciendo la ruptura con patrones conductuales autodestructivos y con vínculos de dependencia en las relaciones interpersonales.

Cómo olvidar un trauma infantil

En lo referente a traumas infantiles suele ser común la demanda de querer “olvidar” lo sucedido, sin embargo, esto ni es posible ni es positivo. Las experiencias traumáticas en la infancia dejan una huella profunda que es complicado borrar por completo. De hecho, el intentar evitar o reprimir esos recuerdos, a menudo puede llevar a bloqueos emocionales.

Es común escuchar historias de personas que parecen haber olvidado vivencias complicadas de su infancia, pero esto se debe a que el trauma haya sido superado, sino a que ha actuado la represión como mecanismo de defensa. Nuestro cerebro tiene sus formas de protegerse del dolor emocional, pero los traumas reprimidos no desaparecen por completo y pueden dar lugar a conductas o reacciones inexplicables. Cuando el trauma no se aborda de forma correcta y consciente, sigue influyendo en la vida cotidiana.

El olvido no promueve la superación del trauma, lo que verdaderamente favorece esta superación es el reprocesamiento del mismo y la integración de este como parte de la historia personal. La aceptación del trauma no implica resignarse, sino comprender que esto es una parte de nuestro pasado que no podemos cambiar, pero de la que sí que podemos sacar multitud de aprendizajes.

El objetivo final de un proceso terapéutico para enfrentar un trauma infantil es el de procesar, integrar y darle un nuevo significado a esa vivencia pudiendo alcanzar un estado desde el cual los recuerdos traumáticos ya no generen tanto sufrimiento ni interfieran en la vida cotidiana de la persona.

Terapias y técnicas para tratar el trauma infantil

El abordaje de traumas infantil requiere siempre de un enfoque integral y totalmente individualizado, adaptado a las vivencias y necesidades únicas de cada persona. Existen multitud de enfoques desde los que puede abordarse un trauma. En este apartado, examinaremos con más detenimiento las terapias y técnicas que se han probado como más eficaces.

Terapia cognitivo-conductual para trauma infantil

Este enfoque se centra en la interacción que existe entre nuestros pensamientos, emociones y conductas. Considera que la parte cognitiva influye enormemente sobre nuestra manera de percibir el mundo y sobre cómo nos comportamos y que, a su vez, nuestras vivencias repercuten sobre nuestras creencias y emociones.

El trabajo sobre trauma infantil desde esta perspectiva se centra en identificar y desafiar los posibles pensamientos y creencias limitantes desarrollados a raíz de la experiencia traumática y encontrar formas más saludables y ajustadas de pensamiento y conducta.

A través de técnicas como la psicoeducación, la reestructuración cognitiva de los pensamientos distorsionados, la exposición gradual a las situaciones o recuerdos vinculados al trauma que generan malestar y el entrenamiento en habilidades de afrontamiento se trabaja el alivio del sufrimiento emocional y la mejora del funcionamiento general.

EMDR para traumas infantiles

El EMDR (desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares) no es tanto un enfoque sino una técnica concreta que se ha visto especialmente eficaz para tratar experiencias traumáticas y los efectos negativos que estas pueden estar generando sobre la vida de la persona.

Esta técnica se basa en la idea de que los traumas no procesados pueden almacenarse de manera disfuncional en nuestra memoria y afectar a nuestra forma de pensar, sentir y actuar en el presente.

La estimulación bilateral mediante movimientos oculares específicos durante el reprocesamiento de la memoria traumática favorece que la carga emocional vinculada a esta se reduzca, permitiendo reducir el malestar asociado.

Hipnosis para traumas infantiles

La hipnosis es otra técnica terapéutica que suele emplearse para tratar traumas infantiles. A través de la hipnosis el terapeuta es capaz de acceder a recuerdos y emociones reprimidas en un estado de relajación y en un entorno controlado y seguro.

Esta técnica permite acceder al subconsciente para reprocesar la vivencia traumática sin la angustia que genera en el presente y en el estado de consciencia normal. Esto favorece la reducción del malestar emocional vinculado al trauma, la mejora de la capacidad de regulación emocional y el reencuadre del trauma desde una perspectiva más resiliente.

Aunque puede ser una técnica útil, no es tan empleada en la actualidad porque requiere de una gran capacitación por parte del profesional y más si se trata de niños porque se corre el riesgo de retraumatizar a la víctima empeorando la angustia.

Herramientas y recursos para manejar el trauma infantil

El manejo del trauma infantil es complejo y require de herramientas y recursos específicos a la hora de apoyar a las personas en su proceso de recuperación. En este apartado, comentaremos la importancia de contar con un psicólogo o terapeuta especializado en trauma y algunos recursos que pueden ser interesantes.

Psicólogos especialistas en traumas infantiles

Para que el proceso de recuperación de trauma infantil sea exitoso es fundamental ponerse en manos de un psicólogo especializado. Este profesional debe contar con una formación de base en psicología clínica o sanitaria y una especialización en psicoterapia infantojuvenil.

Debe contar también con conocimientos sobre trauma y cómo afecta este a la mente y al comportamiento humano, es decir, cómo puede afectar una vivencia traumática al desarrollo cognitivo, emocional y social de un niño en las diferentes etapas del desarrollo.

Además, los psicólogos especializados en trauma están actualizados sobre las terapias más eficaces para trauma infantil como la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma o el EMDR. En casos infantojuveniles también es necesario trabajar desde un enfoque sistémico involucrando a los familiares para trabajar las dinámicas afectadas.

Otro elemento fundamental y que no es específico de la problemática concreta de trauma infantil es la supervisión clínica regular por parte de otros compañeros para asegurar la calidad de la intervención.

Prueba de trauma infantil BetterMe

La prueba de trauma infantil BetterMe es una herramienta digital de fácil acceso para ayudar a las personas a identificar la existencia de posibles traumas no resueltos en la infancia. Aunque nunca remplazaría el criterio de un profesional especializado, es muy sencilla de usar y puede ser un paso previo a acudir a terapia.

La prueba consta de una serie de preguntas detalladas que invitan a la persona a reflexionar sobre diferentes experiencias pasadas y cómo estas han podido influir a lo largo de su vida en su bienestar emocional y psicológico.

Los resultados ofrecen una estimación de la probabilidad de haber sufrido trauma en la infancia y establecen la relación con la sintomatología presente en el momento actual, además, la plataforma también ofrece recursos adicionales y sugerencias prácticas que pueden ser de ayuda en el proceso. Es un primer paso para motivar a las personas que dudan si buscar ayuda profesional.

Reflexión personal y ejemplos

Las experiencias traumáticas durante el periodo del desarrollo infantil son vivencias que afectan profundamente, pero que se manifiestan de forma muy heterogénea en las diferentes personas.

Parece claro que el primer paso para iniciar la recuperación siempre es la identificación y aceptación de lo sucedido y de cómo esto ha moldeado las creencias que tiene la persona sobre sí mismo, el mundo y los demás. El espacio adecuado para iniciar este proceso siempre es la consulta de un psicólogo especializado en trauma. El profesional guiará al paciente en el reprocesamiento de todas estas vivencias a través de diferentes técnicas y proporcionándole herramientas más adaptativas para hacer frente a los desafíos presentes y venideros. A continuación, comentaremos un ejemplo de caso visto en consulta.

Enterrando traumas infantiles

A consulta llegan muchos casos de adultos que relatan experiencias de traumas infantiles y una buena forma de entender cómo se trabajan estos casos es conociendo más sobre ellos. En una ocasión, llegó a consulta una mujer de 35 años que relataba haber tenido siempre una relación muy conflictiva con su padre durante la infancia. Cuando llegó estaba embarazada y sentía que todas estas cuestiones que parecían estar superadas estaban rebrotando sin motivo aparente y afectando a todos los aspectos de su vida.

A raíz de esta relación tan tensa con su padre, había desarrollado un patrón de desconfianza hacia todas las figuras masculinas, incluida su actual pareja con la que, a pesar de llevar muchos años juntos sin muchos conflictos, seguía apareciendo con cierta frecuencia esa sensación de inseguridad.

El proceso terapéutico comenzó, como todos, con la creación de un espacio seguro y una alianza con la paciente para que pudiera hablar abiertamente sobre sus experiencias sin temor a ser juzgada. Poco a poco, ella fue compartiendo cada vez más de su pasado conmigo e hicimos uso de la terapia cognitivo-conductual para identificar y desafiar todas aquellas creencias que ella había generado e internalizado durante sus vivencias con esa figura paterna.

Para reducir la carga emocional de esas experiencias decidimos incorporar a la terapia alguna sesión de EMDR. Esto fue uno de los puntos de inflexión ya que, conforme avanzaban las sesiones, ella misma verbalizaba sentirse diferente y ver cambios reales en su vida cotidiana.

Las últimas sesiones las realizamos de forma conjunta con su pareja para fomentar que hubiera un mejor entendimiento por su parte de por qué hasta la fecha ella tenía algunas reacciones o miedos anclados. Incluir a la red de apoyo más cercana muchas veces supone un punto fundamental que nos permite avanzar más rápido.

Con todo esto logramos que hubiera un cambio tanto en ella misma y en su autoconcepto, como en sus relaciones interpersonales a la hora de establecer límites saludables. Todo esto fue un proceso largo y complejo, pero, al finalizar el tratamiento, expresó que, aunque todo lo vivido siempre formaría parte de su pasado, ya no iba a ser una piedra más en su mochila.

BIBLIOGRAFÍA

Garrido-Latorre, F. (2018). Trauma, apego y cerebro: Cómo la experiencia nos afecta desde la infancia. Paidós.

Piñuel, I. (2012). Amor Zero: Cómo sobrevivir a los amores con psicópatas, narcisistas y otros depredadores emocionales. La Esfera de los Libros.

Schore, A. N. (2001). The effects of early relational trauma on right brain development, affect regulation, and infant mental health. Infant Mental Health Journal, 22(1-2), 201-269.

Van der Kolk, B. A. (2015). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Eleftheria.

La psicología es la rama desde la que mejor podemos abordar las experiencias traumáticas. Un psicólogo especializado sabe cómo pueden afectar algunas vivencias en la edad temprana. Abordamos desde traumas agudos a traumas complejos y de todo tipo: situaciones de abuso, negligencia parental, abandono, humillación, etc. El objetivo es siempre el de mejorar la calidad de vida de la persona que acude a consulta, sea el motivo que sea.

Si se observa algún síntoma o signo sospechoso es fundamental actuar rápido y ponerse en manos de un profesional. Algunas señales de alarma podrían ser: cambios drásticos de comportamiento, pesadillas recurrentes o dificultades para dormir, ansiedad o miedos irracionales, aislamiento social, rabietas desmesuradas o estallidos de ira recurrentes.

La duración de los efectos de un trauma infantil es sumamente variable y depende, entre otros factores, de la naturaleza del trauma, del tipo y la gravedad del mismo, del apoyo recibido por parte del entorno y de factores de personalidad. La terapia psicológica siempre es un factor protector que favorece que el trauma no se cronifique.

Eliminar por completo el riesgo de trauma es complicado porque existen factores externos que es difícil controlar, pero, en la medida de lo posible, crear entornos seguros y estables, actuar como figuras de apego seguro y crianza positiva y promover el apoyo emocional desde edades tempranas son factores protectores frente al trauma infantil y pueden mitigar también el efecto que puedan tener las vivencias complicadas sobre la psique del niño.

 

Escrito por...

psicologa en zaragoza

Laura Berdún Udina

Soy Psicóloga General Sanitaria y Orientadora Educativa, especializada en Intervención con Parejas y Trastornos Emocionales y de Conducta. Experta en Psicología Infantojuvenil y en Intervención en Autoestima. Comprometida y empática, mi dedicación al bienestar emocional me ha llevado al mundo de la divulgación en redes. En mi consulta privada trabajo tanto en terapia individual como familiar y de parejas. Además, colaboro con centros vinculados con la infancia, llevando mi experiencia a la intervención en edades tempranas.

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